El vacío que empuja a nacer de nuevo
- asp3020
- 10 feb 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 2 abr

El vacío no es ausencia ni error. Es una experiencia existencial que todos atravesamos en distintos momentos de la vida. No llega para castigarnos, sino para impulsarnos. Tiene el potencial de ser un umbral, solo que a veces nos resistimos a pasar por esa puerta que se encuentra entre lo que fuimos y lo que estamos llamados a ser.
Un ejemplo poderoso —y muchas veces olvidado— es la experiencia de nuestro nacimiento. En un momento, el vientre materno fue refugio. Cómodo, suficiente. Pero de un día al otro, algo cambia. Aquel espacio que nos contenía, ahora empieza a apretarnos.
Surge una incomodidad que racionalmente no entendemos, pero que nos mueve a empujar. A separarnos. A salir, sin saber hacia dónde vamos, sin conocer lo que nos espera. Es el instinto el que guía ese movimiento. No hay conciencia, no hay plan. Solo una fuerza interna, vital, que nos impulsa a atravesar el canal de parto.
Ese primer nacimiento es un acto de sabiduría corporal, de impulso puro. Y al mismo tiempo, un símbolo profundo de lo que viviremos una y otra vez en cada proceso de transformación a lo largo de la vida. Dejar lo conocido. Sentir el cuerpo incómodo. Esforzarnos. Soltar. Nacer de nuevo.
Con el tiempo —e idealmente— vamos aprendiendo a transitar esos procesos ya no solo desde el instinto, sino desde la conciencia. Aprendemos a hacerlo de la mano de una mente más despierta y un cuerpo disponible, alineados en un mismo movimiento interior. Descubrimos que esa sensación insistente de vacío no es algo que hay que llenar a toda prisa, sino un espacio que puede ser sostenido, escuchado, respirado. Aprendemos a quedarnos ahí. A reconocerlo no como amenaza, sino como un portal lleno de información. Un terreno fertil.
Y así, esa historia se repite, una y otra vez. En cada transición, en cada etapa que se agota, la vida nos vuelve a empujar. Pero esta vez, con una claridad distinta. Aparece la posibilidad de elegir: ¿me atrevo a sentir esta incomodidad o la distraigo? ¿Escucho esa voz que me dice que ya no encajo, o la ignoro?
Porque en realidad, la incomodidad es la primera señal de que estamos listos para crecer. Es la forma en que la vida nos muestra que lo que antes nos contenía ya no nos alcanza. Si en lugar de evitar esa sensación logramos quedarnos presentes —sin huir ni adormecerla—, algo comienza a moverse dentro de nosotros. Es energía vital que no nace de la mente, sino del cuerpo, desde lo más profundo del ser, desde el corazón mismo. Y cuando permanecemos ahí, sin prisa por salir ni por entender, ese vacío se transforma. Deja de ser amenaza y se vuelve espacio fértil. Silencioso. Lleno de posibilidades. Un lugar donde nos vaciamos de lo que ya no somos y comenzamos a recibir lo que está por nacer.
Ese vacío sostenido en conciencia sirve como purificacion, nos centra, nos devuelve a lo esencial. Es la misma fuerza que nos empuja a nacer, que nos llama a cruzar hacia lo desconocido. Y desde ahí, sin necesidad de certezas, comienza la transformación.
A veces, justo antes de cruzar, la incomodidad se intensifica. Igual que antes de nacer. Y cuando finalmente atravesamos el umbral, no lo hacemos en triunfo, sino en vulnerabilidad. Como el llanto del recién nacido que reconoce que algo se ha perdido.
Nacer de nuevo también es eso: aceptar lo que se va y abrirse a lo que aún no conocemos. Es soltar con ternura lo que ya no nos sostiene. Y confiar en que hay espacio para crecer más allá de esa incomodidad. Un día a la vez, ese nuevo espacio se vuelve un poco más habitable. El vacío deja de doler tanto y comienza a llenarse con lo que ahora es verdadero para nosotros.
Porque el vacío no es el fin. Es el comienzo. Es una forma del corazón. Un lugar sensible, profundo y vivo. Desde ahí sentimos el amor más hondo… y también el dolor más agudo. Vacío, corazón, fuerza vital: todo nace del mismo centro.
Cuando dejamos de resistirnos, escuchamos lo que el alma quiere decir. Y desde ahí —desde ese lugar sagrado— recordamos que toda transformación verdadera comienza con el coraje de sentir.
© 2025 Adriana Soberón. Todos los derechos reservados.
Comments