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¿Y si el pádel te está enseñando más de lo que crees?

Actualizado: 6 abr



Como muchas personas, al principio me resistí a la “moda” del pádel. No me llamaba. Pero este año decidí intentarlo. Creí que sería solo una actividad social, algo para mover el cuerpo y pasar el rato. Nunca imaginé que se convertiría en una especie de espejo… de esos que te muestran más de lo que esperabas ver.


Si me conoces, sabes que no suelo quedarme en la superficie. Me gusta encontrarle sentido a lo que vivo. Y el pádel —aunque suene exagerado— me ha devuelto algo que no sabía que había perdido: el instinto.


🎾Soy de las que piensa mucho. A veces, demasiado. Vivo en mi cabeza, conectando ideas, observando, analizando… y aunque ese mundo me da claridad y creatividad, también me aleja del cuerpo, del momento, del otro. Y eso —descubrí— también pasa en la cancha.


Durante los primeros partidos, me sorprendía quedarme paralizada. Veía la pelota, pero algo en mí no reaccionaba a tiempo. Era como si mi mente estuviera tan ocupada “entendiendo” lo que pasaba, que no dejaba actuar a mi cuerpo.


Fue ahí donde comencé a darme cuenta: pensar tanto me estaba quitando algo valioso. Me estaba alejando de esa parte de mí que ya sabe qué hacer sin pensarlo.


🌀Así empecé a practicar algo nuevo para mí: dejar de pensar tanto y confiar más en lo que siento. Cada vez que me sorprendía divagando, me recordaba: “regresa al cuerpo”. Me enfocaba solo en la pelota. En mi respiración. En mi movimiento. En lo que sentía. Y poco a poco, mi instinto empezó a hablar más fuerte.


Y fue increible.


⚡Con el tiempo, noté que cuando menos pensaba y más sentía, mejor jugaba. Respondía más rápido. Me reía más. Me conectaba con las personas que tenía al lado. Volvía a confiar en mí… y en ese saber silencioso que vive en todos nosotros, pero que a veces ignoramos.

Pero el juego también empezó a mostrarme otras partes de mí.


A veces me cacho siendo muy competitiva. Y en lugar de juzgarme, lo observo. Y me doy cuenta: “ah, esto también vive en mí”. Esa necesidad de hacerlo bien, de ganar, de medirme... me da información. Porque el juego saca cosas que en lo cotidiano no siempre se ven. Me revela emociones que, de otra manera, quedarían escondidas bajo lo correcto, lo lógico, lo funcional.


Y eso, para alguien que ha desarrollado una herramienta de autoobservación como la mía, es oro. Porque ahora puedo mirarme mientras juego. Ver cómo reacciono, cómo me frustro, cómo me esfuerzo, cómo me contengo o me libero. Y con esa información, entenderme mejor.


💬Jugar con mi esposo, por ejemplo, es completamente distinto a jugar con cualquier otra persona. En la cancha se reflejan dinámicas que están en nosotros. A veces chocamos, otras fluimos, y muchas veces lo que pasa ahí nos da material para conversar después desde otro lugar. No hay máscara. El cuerpo habla antes que la mente.


🎭El juego tiene esa capacidad de llevarte al límite, de activarte emocionalmente, de sacarte de la zona de confort. Ahí no hay tiempo de filtrar. Te enojas, te ríes, te frustras, celebras… y cada una de esas emociones cuenta una historia sobre ti. El juego las pone sobre la mesa.


Y entonces, el pádel se vuelve un espacio para procesar emociones en movimiento, para observar sin juicio, para conectar contigo y con los otros desde un lugar más real.


🌱Einstein decía que la mente intuitiva es un don sagrado y la racional, un fiel sirviente. Pero la mayoría vivimos al revés. Creemos que todo tiene que pasar por la cabeza… y olvidamos que también hay sabiduría en el cuerpo.


Ahora entiendo por qué una amiga me dijo que para ella, el pádel era su “terapia gratuita”.


El Dr. Gordon Neufeld dice que las emociones son la forma en la que la naturaleza nos cuida, y que el juego es el espacio que nos ofrece para procesarlas. Así lo siento. En la cancha, mis emociones se mueven, se liberan, se transforman.


🌈Y tú…¿Tienes un espacio donde no tienes que hacerlo perfecto?¿Un lugar donde puedas soltar la mente, confiar en tu cuerpo, y jugar sin miedo al juicio?


Si no lo has encontrado, te invito a buscarlo. Todos necesitamos un rincón así: donde el alma respira, el cuerpo habla y el juego nos devuelve a casa.


© Adriana Soberon P. Todos los derechos reservados. Prohibida su reproducción total o parcial sin autorización previa.

 
 
 

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