Donde antes reaccionabas, ahora eliges
- asp3020
- 13 abr
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 23 may

Hay momentos que, sin avisar, tocan una fibra muy profunda. No por lo que está ocurriendo ahora, sino por lo que despiertan dentro de ti.
A veces, lo que más nos mueve no es el evento presente, sino la memoria emocional que activa. El cuerpo lo recuerda antes que la mente. Y reaccionamos no solo desde lo que está pasando, sino desde lo que aún no ha sido resuelto.
Eso fue lo que experimenté recientemente: una situación urgente con un ser querido detonó en mí sensaciones que reconocía… pero que no pertenecían del todo al ahora.
Era como si el presente me devolviera a un lugar conocido, no porque se repitiera la historia, sino porque aún quedaban emociones por integrar.
Y ahí comprendí algo esencial: el dolor no resuelto busca completarse.
No se trata de volver a sufrir, sino de tener una nueva oportunidad para mirar con ojos distintos. Para actuar con más presencia. Para responder desde quien soy hoy, y no desde quien fui entonces.
Reconocí a esa parte de mí que en otro momento cuidó desde el desbordamiento, desde el instinto, desde la urgencia. Esa parte joven que hizo lo mejor que pudo con los recursos que tenía. Esta vez no solo la recordé: la acompañé. La miré con respeto. La integré.
Y en ese gesto interno se abrió algo nuevo. No fue el evento externo lo que me transformó, sino el permiso que me di para estar conmigo, para contenerme, para distinguir entre sentir y perderme en la emoción.
A veces confundimos amor con fusión. Cuidado con sacrificio. Presencia con urgencia. Pero cuando podemos mirar con claridad, entendemos que estar para otros no debe implicar dejar de estar para una misma.
Y ahí está la evolución.
No porque las situaciones difíciles desaparezcan, sino porque ya no reaccionamos igual. Ya no nos arrebatan, ya no nos consumen por completo. Hay un centro desde donde podemos permanecer. Una calma construida con el tiempo, con trabajo interior, con conciencia.
El presente nos ofrece la oportunidad de elegir de nuevo. De responder con madurez. De traer compasión al pasado sin quedar atrapadas en él. De reconocer que no somos esa niña, esa joven, esa versión más antigua que hizo lo mejor que pudo. Somos quienes pueden hoy volver por ella, sostenerla, y decirle: "Gracias por lo que diste. Ya no estás sola. Yo estoy aquí."
Y es desde ese lugar que comenzamos a vivir diferente.
Porque la verdadera transformación no ocurre cuando todo mejora afuera, sino cuando tú te plantas de forma distinta ante lo que la vida trae.
Y ahí, sin grandes anuncios, sin necesidad de huir o cambiarlo todo, ocurre algo profundo: te encuentras contigo.
Y descubres que eso —volver a ti— es el verdadero cambio.
Commentaires