¿Por qué a veces el éxito se siente tan incómodo?
- asp3020
- hace 5 días
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Actualizado: hace 2 días

A veces no tememos al fracaso.
Tememos al momento exacto en que todo empieza a funcionar.
Pasas años preparándote.
Estudias, te formas, creces, atraviesas tus miedos.
Te atreves a hablar, a compartir lo que amas.
Y un día, simplemente lo haces.
Te expresas.
Te dejas ver.
Y entonces llega eso que tanto esperabas: los aplausos.
Las palabras bonitas.
Las miradas que te reconocen.
Y justo ahí, cuando todo parece estar bien, algo en ti se encoge.
Te recorre esa sensación sutil, corporal, casi imperceptible: ganas de esconderte.
De hacerte chiquita.
De que te dejen en paz.
Es curioso, ¿no?
Te pasaste tanto tiempo preparándote para esto…y ahora que llega, no sabes cómo sostenerlo.
Y ahí entendí que el éxito no solo prueba tu capacidad... también pone a prueba tu disponibilidad para recibir.
Asi es...
Recibir amor.
Recibir reconocimiento.
Recibir luz.
Porque si no te reconoces tú, los aplausos de afuera se sienten extraños. Casi como si te miraran demasiado, como si te pusieran en un lugar que no sabes si puedes mantener.
Recuerdo un momento muy claro en mi vida, cuando compartí algo profundamente mío con un grupo grande de personas.
Había vulnerabilidad, emoción, entrega.
Y cuando terminé, la reacción fue tan amorosa, tan cálida, que paradójicamente lo único que quise fue correr.
Hasta que alguien me dijo con calma:
“Quédate. Sostén todo este amor.¿Puedes permanecer aquí?”
Esa frase me atravesó.
Hasta entonces no habia entendido que recibir también es un acto de humildad.
No estaba acostumbrada.
No sabía cómo dejar que el amor me tocara sin sentirme tan expuesta.
Y entendí algo profundo: no puedes recibir genuinamente lo que no te has permitido darte.
Si no te reconoces tú, cada aplauso se siente como demasiado.
Por eso, el verdadero trabajo no está en brillar, sino en poder quedarte ahí sin perderte.
No en huir del aplauso, ni en fingir que no lo necesitas tampoco, sino en aprender a recibirlo sin que te saque de tu centro.
Porque recibir no es vanidad, es mas bien una forma de humildad.
Es decirle a la vida: “gracias por verme, gracias por dejarme dar.”
Y claro, para poder recibir de verdad, primero hay que reconocerse. Verse con los mismos ojos con los que uno espera ser visto.
Darse el valor que antes buscaba afuera.
Y cuando eso pasa, el aplauso ya no pesa.
No asusta.
No infla.
Simplemente acompaña.
El éxito deja de sentirse incómodo cuando lo ves por lo que realmente es: una oportunidad para habitar tu propia expansión.
El brillo ya no es un lugar al que llegas, sino una forma de estar.
Ligera.
Presente.
Sin miedo a ser vista, y sin necesidad de esconderte otra vez.
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Y ... Como siempre, me gusta acompañar estas reflexiones con un arcano mayor del Tarot de Marsella, porque cada carta revela una verdad viva sobre la experiencia humana.
Y en este caso, no podía ser otro que El Sol ☀️
El Sol nos habla del reconocimiento, la claridad y la plenitud de ser vistos tal como somos.
Representa el momento en que ya no necesitamos escondernos para brillar, cuando el calor de nuestra autenticidad puede compartirse sin miedo. Es la unión entre la luz interior y la luz exterior, entre la alegría de dar y la humildad de recibir.
Pero también nos recuerda algo esencial: sostener la luz requiere madurez.
No se trata de brillar más fuerte, sino de aprender a permanecer abiertos sin que el reflejo nos deslumbre. De sostener el amor que llega sin perdernos en él.
El Sol es la imagen de esa expansión que deja de buscar validación afuera, porque ya ha encontrado su fuente adentro.
Y es que como ya dije aqui arriba, a veces no tememos al fracaso, tememos al momento exacto en que todo empieza a funcionar.
Porque ese es el instante en que la vida te mira, y ahi esta en ti.... Tú eliges si esconderte o dejar que su luz te atraviese. 🌞
Adriana Soberon P. ©️ Copyright. Todos los Derechos Reservado
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